16.10.08

Duck, de Duchovny (II)

Lo único bueno de pasar varios años escondiéndome para escribir es que mi vena tragicómica se vió fortaleciza gracias a las clases de teatro con las que fue amenizada mi vida.
Empezaba a gestarme como una escritora atormentada abocada a la tragicomedia y el alcohol.
Pintaba bastante bien.

Lamentablemente encontré algo que me sirvió de bálsamo y mi carrera dramatúrgica se vió cercenada por ello. Por él. Un actor, una serie. Un vehículo de evasión que, lejos -lejísimos- de la internet, ocasionaba no pocos quebraderos de cabeza y, oh si, un valuarte de tráfico de cintas de video que rularon por mi estafeta de correos procedentes de todo el país y adyacentes siendo, por aquel entonces, toda una proeza.

Mis problemas de inserción social provocaron que mi afición a dicho actor no fuera del todo "común": lejos de las energúmenas imágenes de estrógenos andantes pro-ot y similares, mi afición se basaba en el respeto y admiración más absolutos. Era friki, si, pero muy educada. Cada "trofeo" que leía, que veía, que conseguía era una piedra más del camino que me alejaba de ser "normal" pero también del psiquiátrico más cercano. Una marca invisible en mi muñeca izquierda que me recuerda un favor debido.

Seguí escribiendo y llorando mi suerte. Pero cambié la mala vida por cintas vhs. Claro que la mala vida es como la idiotez, persistente y pegajosa como ella sola y un destino que incluyera aceras de madrugada y alcohol no llamaría una sola vez a mi puerta. Pero eso sería bastante después. ...


1 viajeros:

TORO SALVAJE dijo...

Si que pintaba bien. Si.