10.12.08

Excuse me: la cuenta, s'il vous plaít




Aquí ando todavía pensando que hace tantas horas hocicaba las faldas de la Gioconda.


No lo puedo evitar, pensarme todavía en el Louvre hace que las neuronas se vuelvan a vestir de largo para saltar y brincar al ritmo del danzante idioma galo.

Que esa es otra. Benditos galos.
Y bendito sistema de educación español.


París. La ciudad de las luces, la llaman. Igual que a no sé qué siglo.

Los franceses desfilando bajo el arco, orgullosos, por casi todo lo imaginable.


Metro Charles De Gaulle - Etoile. Línea 6, aquí nos bajamos. ¿Derecha o Izquierda? ¿Abbesses o Pigalle? El ticket no sirve: atrapado para siempre en este cepo automatizado. Sigue sin mi, sigue adelante y sálvate tu!

Acordeones y contrabajos saltando de línea a línea, como dices tu. Pero lo que tu no dices es que te devolvieron los 10 céntimos que pretendiste darles. Orgullo parisino. Demasiado para un par de murcianos; licenciados, si, pero murcianos, al fin y a la postre.

Notre Dame convertido en un parque temático para góticos y adictos a las colas. Y una viejecita ataviada de monja sentada en una modesta silla de anea que me liberó -sin que casi te dieras cuenta- de una deuda que llevaba demasiados años portando.

Amables y amados son estos galos. Estilizados, orgullosos, regalados de si mismos y con razón.
Sólo con decir "16 kilómetros" se le llena a uno la boca y el alma. Dieciséis kilómetros de salas que tiene el Rey -que no el Emperador-. Y qué cojones tenía el pequeño gran Bonaparte...

A la Bruni no la vi, tampoco al Sarko, y eso que pensaba que estaría a las puertas del aeropuerto para recibir cualquier aeroplano de españolitos huerfanitos de presidente... Pero vi mucha fachada bonita y estúpidos turistas, de esos que se hacen fotos sobre la bocanada de aire del metro como si no oyeran a la Marilyn revolverse en su tumba...


Pero siempre hay algún recuerdo que sobrevuela lo hortera del europeo medio, como aquel viejo bohemio de boina y barba en el pequeño restaurante italiano que gozaba de la lengua de babilonia a través de su Chianti y que, me gustaría creer, pagaba aquellas jornadas con autorretratos a boli bic...


Música, luz, neón, decadencia y estilismo... eso es París. Sumémosle un precio alto y eso es el París para los turistas. Tan romántico como cualquier otro destino siempre que uno se eche en la maleta los ojos de amar y no los de jugar al teto, que también... Y si no que se lo digan a las chicas de Montmartre.


Por cierto que me encontré una moneda en el suelo de Le 2 Moulins, justo donde Nino Quincanpoix se sentó esperando a la desconocida vestida del zorro.


A unos cuantos metros aguantaba la barra aquel pobre hombre que recitaba ensimismado, no se si llorando o riendo, mirando algo por encima de mi cabeza, aquel que había sido dejado por la bailarina de cancán que ahora -imagino- se hace pasar por condesa en la Riviera...

París huele a perfume y a carne, a colores y niebla, a riesgo y plenitud... París es muchas cosas para mucha gente; para mi, eres tú.
Si, el Sena tiene tus ojos.
Guardo esa moneda, pero no te lo diré hasta mucho después.

2 viajeros:

TORO SALVAJE dijo...

"Sálvate tú", jajajjajjjaaa, el metro parece una ratonera.

Dicen que hay gente que baja y no sube jamás. Igual es una leyenda urbana, o no...

Besos.

Veronika dijo...

Mi recuerdo de París es mucho más simple, por desgracia no me dió tiempo a meterme en los rincones que no suelen encontrar los turistas, que al final, son los mejores.

Recuerdo el Sena, de noche, con todos los puentes iluminados (son 23,verdad?), recuerdo la Monalista y la belleza del Louvre, Montmatre, aunque no tuve tiempo de disfrutarlo... ¿Me dejará París que vuelva para investigarlo más a fondo?

Me tienes que contar cosicassss

Besicos miles.