26.6.09

Postal desde Tokelau III : El rey de los monos




Andaba yo esta mañana pensativa sobre una roca en el rompeolas de Te puka i mua cuando me ha llegado el bongograma del Oeste con una noticia rara, triste y melancólica: ha muerto el rey del pop, Jacko para los amigos. Pobre Bubbles. Y no es que yo tuviera una relación fuerte con el Señor White or White, pero son muchos los recuerdos de mi infancia y adolescencia que tienen que ver con él... y ahí me he quedado yo, sentada en mi roca, acordándome de alguna actuación del colegio donde jugabamos a imitar el baile de los zombies de Thriller, de la camiseta del Dangerouse que a mi primer amor platónico le encantaba llevar y que nunca se dió cuenta de lo mucho que llegó a gustarme esa camiseta, de lo mucho que podía llegar a levantarme el ánimo escuchar la otrora oscura e infantil voz de los Jackson 5....

Y creo que hoy me voy a quedar todo el día aquí, con mi sombrero de paja y mi corazón de arena, encaramada a mi resbaladiza fortaleza de la soledad, esperando que sea todo otra de esas conspiraciones elvispresleyranas, hoy que seguro nadie quiere recordar lo malo del rey de los monos, ahora que el icono ha dejado paso al mito...




19.6.09

Postal desde Tokelau II: el mono de la calle de atrás



Esto de andar entre cocoteros a greñas y con mil soles entre las uñas es, cada vez más, esclarecedor. Como esos pocos segundos que se tardan en acostumbrar los ojos a la luz tras un rato a la sombra, pero supeditado a la supervivencia de los sentidos en este infierno paradisíaco que resulta este reducto del pacífico.

Tumanu ya no viene por aquí por algo de las maldiciones y porque vine a manifestar mis propiedades corporales femeninas mensuales estando en la laguna de pesca con él y se conoce que no estaba muy ducho en esos lares, por lo que me dicen que está encerrado en el templo, venga orar, venga orar... En su lugar vienen Orama -con r- y Manai, "féminas" ambas, y se pasan la mitad del tiempo intentando aplicarme emplastos que servirían de goma2 en cualquier otro rincón del mundo.

Desde que estoy aquí me he centrado en lo más básico: comer, dormir y ver episodios de Lost. Y luego las cosas secundarias vienen solas. He aprendido a no sufrir por matar bichos o bestias pequeñas -que luego me dan asco y siempre acabo comiendo coco a la brasa- y a que no me importe que no se lean los cds a excepción del Backstreet's Back soportando así el castigo divino del Dios del Volcán del buen gusto.
Haría un sacrificio para calmarlo, pero me temo que no tengo rubias a mano, vírgenes, al menos.

Y luego está el jodido mono. He domesticao un mono. No es como un gato, que le echas de comer, viene, se lo come y se larga; el mono -un orangután hembra por cierto-, Waiata, le echas de comer, viene, se lo come y se queda para comerse también los muebles y desparasitarse sobre el portatil. Y no tengo el antivirus para muchas fiestas. Lo bueno que tiene es que lo estoy adiestrando para recoger cocos, papayas y poco más. Lo mano que tiene es que si recoge 10 se come 35. Pero algo llega. El me enseña a desparasitarme y subirme a las palmeras sin despeinarme y yo le enseño a pintarse las uñas de los pies y bailar el It's Not Unusual como Carlton, que le sirve seguro en las próximas fiestas del pueblo.

Lo cierto es que me encuentro mejor. Por las noches tengo tiempo para prácticar con la tableta gráfica, para leer más o intentar escribir mejor... Por lo pronto ya duermo bien. Gracias al gurú de la tribu del puerto deportivo de la isla que me tiró el bromacepán y el orfidal al mar y me recetó un licor de hiervas que viene de miedo para antes de dormir. Sospecho que lleva alcohol, pero tras varios Bandos de la Huerta, el alcohol isleño apenas hace de advenediza Fanta Zero.

Empiezo a entender esto de vivir en una isla desierta. Pero salvando que esto no son islas, ni estan desiertas, pero el concepto es el concepto. Más o menos es como vivir en el almacén de Ikea pero sin llaves de allen y moscas como autobuses; y que la comida es mejor, pero eso tampoco tiene mérito. En el fondo de la botella encontrarás, además de esta postal, mis más sinceros saludos y una pizca de la mala ostia del dios del Volcán.




15.6.09

Esta llegando

Photobucket

Así que ya estas aquí. Bueno, casi. Estás llegando.
Tranquila, dormilona y a tu paso, pero estas en ello.
No sé de qué me sorprendo, conociéndonos como nos conocemos.
Te prometes alta, sonrisa brillante y perpetua, tus ricitos oscuros.
Y esta es la tarde de la mañana que te ha dado por venir,
así, antes de tiempo y después de la cuenta.

Eres la primera, pequeña, y así serás tratada.
Tu bisabuela te espera, sentada en su trono,
al fondo de la gran sala, templados los nervios,
consciente de todo y sobre todos, y yo con estos pelos.

Eres la primera, pequeña, y así te querremos.
Porque te estas haciendo de rogar, puñetera,
y suerte de la paciencia de tu santa madre,
que siempre parece que no va con ella,
que sonríe estando tan cansada
mientras cuelga unas cortinas de colores,
y que se las estas haciendo pasar perras, niñata.

Espero que te quedes con mi cara, pequeña,
porque yo seré la que te cubra de estrellitas,
la que te lea esos libros de hadas,
y te disfrace de pirata con los pantalones de tu padre.
De todas tus "titas", esa a la que verás poco, la "loca".

Bienvenida, pequeña,
porque hace calor, y hay crisis y hay un presidente negro,
y dejan salir por la tele a Dani Martín y a la Pantoja,
pero haremos lo posible para que no te des cuenta... todavía.


12.6.09

Postal desde Tokelau I




Hola, qué tal va todo por ahí?
Te mando esta postal desde Atafu aunque en realidad estoy en Nukunonu pero he tenido que coger la balsa porque aquí no hay estafeta.
Aunque llegué hace unos días todavía estoy intentando afianzarme porque me esta costando lo mio. Yo pensaba que venirme a un atolón del pacífico me simplificaría la vida y ha sido justo al revés. No tengo tiempo para nada, mis libros se arrugan con las tormentas tropicales y anoche los gorilas me jodieron el generador eléctrico con lo que el dvd tampoco funciona.

Aquí vivo en una choza situada sobre la costa -madera, junco y poco más por todas partes-, cerca del puerto de los nativos. Hay un muchacho nativo que hace las veces de guía, Tumanu, pero le llamo Teo porque cuando me enseña algo me recuerda al niño ese de los cuentos infantiles.

No es que sean muy hospitalarios estos nativos, la verdad. Entre las maldiciones por mi pelo rubio y mi blanquecina piel, los descojones porque no pesco una mierda y lo de los gorilas que me roban por la noche -¿porque nadie me dijo que había gorilas aquí, joder?- esto es, en general, bastante frustrante. Lo bueno es que me los estoy ganando con pases de la colección en dvd de La dama de Rosa, Topacio y Betty la Fea, que se conoce que a esta gente le están gustando los culebrones por entregas. Si se me ponen tontos y se niegan a invitarme a su fiesta Luau de la próxima luna, les meto Pasión de Gavilanes. Viniendo del país del tomate, yo ya soy inmune, pero esta gente no. Con algo de suerte me dan tierras a cambio de algún spoiler de Lost.


Espero que por allí vaya todo un poco mejor que cuando me fui, que Verónika triunfe en su exposición de pintura, que Toro y Justiniano hayan conseguido algo con la panadera, que Ego encuentre su agujero de gusano entre Murcia y Delfos. Que el resto sigan tan bien como siempre.


En fin, me despido ya que estoy viendo a un par de viejas -nativas de teturcias a la altura del ombligo pero viejas cotillas y puñeteras como las hay en todas partes- que están toqueteando mi balsa y es lo que me faltaba ya hoy, no poder volver a mi choza y tener que dormir al relente. Menos mal que siempre llevo encima el ipod -a carga solar- y con ponerles el Antichrist Superstar, los tengo un rato postrados y rezando al dios del Volcán.
Tofaa!

Pd: Hoy no ha sido un buen día. Me he enterado de que Kim Manners, uno de los mejores directores de la televisión de ciencia ficción de los últimos tiempos, murió allá por enero. Pero supongo que eso es, como tantas otras cosas, algo que solo me entristece a mi en toda esta isla y posiblemente el resto del universo -incluyendo todos los multiversos-.

4.6.09

Puñeteras ranas

De vacaciones en Tokelau


No duermo bien porque la piscina de mi vecina es ahora un estanque y las ranas montan orgías nocturnas. No como bien porque ando nerviosa y frustrada y atemperada y todo me sienta mal salvo lo más guarro. No hago nada bien. Estoy cansada, exhausta. Triste por no estar a mi propia altura durante demasiado tiempo ya.
De este agotamiento es ejemplo este blog, abierto meses atrás y aún sin oler ni de lejos el nivel que yo esperaba. Esta es la entrada nº 100 y necesito un descanso de todo.

Me quedo leyendo Mondo Lirondo, de La Penya, My brain is hanging upside down, de David Heatley o Nadie es más de aquí que tu, de Miranda July, este último delicioso libro de relatos escrito por una señorita que bien parece una poupee de porcelana y que sólo por eso merece un poco de atención.
Y me quedo escuchando a Edith Piaf o a Carlos Madrid -pese a que lo considero a día de hoy un tío que no vive en este mundo para bien y para mal- y esperando ver Coco, o El milagro de Henry Pool -donde una vez más, parece que Luke wilson es mucho más grande que las películas que hace, casi tan grande como la nariz de su hermano Owen-.
Hasta pronto.

3.6.09

Oceanic 815



Los accidentes de avión me sobrecogen mucho. Sobre todo cuando volar es una de las pocas cosas que me mueven la sangre en este mundo, cuando viajar es una forma de vida, cuando hablamos de aeropuertos que he conocido, de aviones en los que he volado, de rutas que he sobrevolado.

Tal es el caso del Airbus 330 de AirFrance desaparecido a 1.000 kilómetros de la costa brasileña. Escucho por radio, veo por televisión y leo en Internet las noticias de las nuevas piezas del siniestro encontradas en alta mar, los detalles de cada una de las 228 personas a bordo, los posibles porqués, cuándos y hasta nuncas, de esas inútiles cajas negras, del silencio que suele haber en lo profundo del océano...

... y me duele. Tanto como aquel Spanair de fuego y llanto.
Y me duele porque aun recuerdo aquellas once horas insufribles de vuelo en la madrugada, con unas permanentes y fuertes turbulencias al salir de Rio de Janeiro, siguiendo la misma ruta, volando en el mismo tipo de avión. Recuerdo cómo dormía la mayoría, indigestados de marisco y cachaça y mis agarrotados dedos enraizados al asiento mientras se escuchaba por el hilo musical algo parecido a un "Rogamos a los pasajeros no se asusten pues estas sacudidas entran en lo normal. Se trata de una corriente de aire propia de estas fechas la cual que, aunque de forma abrupta, nos ayudará a llegar mucho antes a nuestro destino" -así más o menos lo recuerdo yo-...
Y temí. Porque aunque tecnócrata, mi fe en la tecnología y creación humana sigue siendo escueta. Y sólo conseguí desahuciar mi mente aplicando otra frase como mantra: "Estadísticamente es la forma más segura de viajar", que me repetía Superman a la oreja a cada una de las sacudidas.

Pero no lo puedo evitar. Hoy me duele ese avión hundido en el océano.
Y me duele porque intuyo el tipo de asistencia y medios que puede haber prestado el aeropuerto de salida en Brasil o el de llegada en París.

Los últimos radares que captaron la señal del Airbus 330 confirman que el aparato se desvió de su ruta e intentaba dar la vuelta por fallos técnicos causados por el posible impacto de un rayo -pese al mecanismo de desvío que se crean en estos aviones y que hacen prácticamente imposible el perjuicio por este tipo de impactos eléctricos.


El porqué todo el mundo esperó a la hora de llegada para confirmar su desaparición es algo que no entiendo: "Ah, bueno, igual es que se le ha jodio la radio y llega a su hora y aquí no ha pasao nada." Como si volviéramos atrás en el tiempo a la época rusa donde los submarinos se hundían y no se pedía ayuda a países con más medios "para no desmerecer, no sea que nos vean como una vieja potencia deshauciada".

Entiendo el hecho de no adelantar tragedias y no dramatizar para no asustar a los familiares, pero en un caso como este donde el tiempo es crucial, no me entra en la cabeza esa inútil espera.

Entiendo que un avión pueda perder la señal y desaparecer de los radares o de su ruta trazada pero no me entra en la cabeza que en el puñetero planeta en que vivimos, con cinco satélites por cada hombre, mujer y niño, un avión con 300 teléfonos móviles se pierda en el vacío y nadie trate de rastrear la más mínima señal.

Y tampoco, ya que estamos, me entra en la cabeza que las famosas y buenas-para-nada cajas negras no lleven señalizador.

Esta mañana leía en el periódico en qué consiste lo que se llama "Síndrome del superviviente"; muertes y perdidas de improviso y/o de forma abrupta que provocan en los familiares y amigos un shock semejante al que padecían los supervivientes de los campos de exterminio, donde el sentimiento de culpabilidad por no ser ellos los asesinados se imponía al luto normal por la pérdida del ser querido. Este sentimiento impide procesar correctamente el vacío dejado por la persona ausente y como los amputados que aún sienten el miembro perdido, los ausentes siguen presentes para los familiares a modo de fantasmas.

Soy débil. Y creo en cosas que no se pueden ver. Por eso sigo empatizando mis recuerdos y pensando que todo se parece mucho a esas cosas que la tele me ha contado, que existe un triángulo de las bermudas donde todo son jubilados con camisas hawaianas, que existe una isla con propiedades extraordinarias que provoca que los pasajeros de vuelos acaben allí jugando al backgammon y que, por encima de todo, no perdemos a nuestros muertos sino que simplemente siguen ahí, con un poco menos de peso y señalándonos con el dedo por lo patéticos que somos intentando agarrarnos a clavos ardiendo y cajas negras que no dan señal a 5.000 metros bajo el mar.

1.6.09

Un día tonto



Si. El culo de Clark Kent - Tom Welling.
Es que hoy tengo el día tonto.

El voto chorizo. Bien. Ojalá sea un movimiento de masas.
El avión que desaparece en el atlántico. Mal. Ojalá sea una campaña de Lost.

Internet va a pedales. Me duele la vida de pensar cada vez menos, cada vez peor, cada vez más de lo que aquí en vez de lo que allí; de estar tanto tiempo en la postura de jota que implica mi trabajo, ora rodando, ora sin rodar. Escucho en un informativo de radio a una compañera de carrera que es ciega. Odio no poder decir en voz alta que no la recuerdo como una persona ejemplar, precisamente. "Si tuviera una pata de palo sería más feliz porque nadie esperaría de mi nada más que llevar traje y corbata", que decía Mulder. Odio a mis compañeras de trabajo. Soy su futura jefa -espero-. Y las odio. También odio a los señores sudorosos y maleducados que llegan a mi comercio con la camisa abierta hasta el ombligo, recordándome el aburguesado y victoriano dibujo de Furillo.

Justiniano saliendo de la playa cual Venus de Boticelli -y que nadie se olvide que la diva nos nació de la espuma del semen vertido por los genitales de Saturno (Cronos), seccionados con una guadaña por Júpiter (Zeus) y lanzados al océano-, Elvis gritándo My Way, el limón Gazmoño, el helado que siempre me chorrea codo abajo, la sonrisilla tonta que siempre me produce cualquier portador del título de Clark Kent, preguntarle a mi hermano pequeño a cuántos exámenes se va a presentar este año mientras me fijo en las entradas que va teniendo ya... Amanecer subida al tejado y en pijama para impedir que las urracas le saquen los ojos a mi gato por destrozarles el nido -y arrojar un polluelo gordo y feo tejado abajo que seguro que se lo merecía-.

Día tonto. Ocurrencias sin importancia para una existencia sin importancia. Mediocre, es la palabra. Trivial y sin la relevancia que mi pasado me había pintado hasta que llegó un día y me metió el dedo en la nariz por no señalar cualquiera de "las cuatro vías" de Jodoroswky.

Día tonto. Pero ciertamente y gracias a estas pequeñas cosas, tonto y divertido.
Creo que me iré a la playa esta noche, ya sea para imitar a Justiniano imitando a náufragos o para buscar a los náufragos del avión pérdido.