Por un encuentro con uno de sus agentes de incógnito y con la ingenua y protozoica idea de encontrarme a mi misma entre los mapas, como todo aquel que una vez fué de público del Crónicas , ayer decidí instalar Google Earth.
Este sistema no es demasiado útil si buscamos resolución y cierta coherencia en tanto que las tomas de satélite son tomadas en cualquier época -incluso años de diferencia-, cualquier distancia y hora solar y unidas en una sencilla interfaz como buenamente puede el señor José Ramón Google.
Tampoco es demasiado ilustrativo si permite que cualquier fulano pegue sus vacaciones a golpe de clic. Véase el ejemplo: si yo visito la playa de Leblon en Rio de Janeiro me encuentro una imagen genérica de San Conrado, con su selva, sus brasileños y su puesta de sol. La gran suerte es que yo he estado allí y puedo afirmar que esa imagen -de todas las que se agolpan en el mismo punto- no tiene nada que ver con el lugar donde tan ilustre fotógrafo ha picao con su puntero. Y ya ni hablamos de la catalogación libre -pero no de faltas ortográficas- de cada imagen.
Mi hermano me cuenta que ahora puedo ver simas oceánicas y constelaciones de a granel con esta versión. Lo cual esta muy bien ya que por mi astigmatismo no puedo viajar al espacio interestelar y además padezco de mal de apnea: mi sistema respiratorio no me permite sumergirme más de tres minutos bajo el océano y claro, así no me da tiempo a ver nada.
De todos modos, mi interés no va más allá del Enterpraise y el Titanic.
¿Para qué exacta y objetivamente sirve entonces Google Earth?
Para mi, que viajar es todo un vicio, hace las veces de metadona del mercadona.
Pero también para volverme nostálgica: he vuelto a zambullir la cuca -cabeza en carioca- en Ipanema. He vuelto a ver las ballenas a mil kilómetros del Polo Norte. He vuelto a los jardines de París, a los campos de la Toscana y a los ríos de Ontario. Y de ahí, de paso, por los hermosos y efímeros atolones de Tokelau.
Y como todo niño sin deberes que busca en un diccionario todos los tacos que se le ocurren yo, como primera señal de mi incipiente aburrimiento acabé por buscar mi casa . Y ese día tenía la ropa tendida. Mierda.
Tened cuidado porque nunca se sabe cuando os puede caer un puntero encima.
3 viajeros:
Es distraído viajar a golpe de click.
Y a buen precio.
Besos.
Prefiero renunciar a Venecia y apostar por Delfos.
Si te hace, apaga el ordenador.
Un (b)eso
Yo busqué Terreros y lo encontré sin ladrillos ¿...? Viejuna la foto de narices.
Hablando de viajes, te recuerdo que me tienes que llevar a Roma. Ahí lo dejo...
Besicos sin ganas de na´.
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