Me arden las manos. No me siento las puntas de los dedos. Las agujetas me cantan.
Hoy me ha tocado tirar de tendido eléctrico para un alumbrado rural.
Me gusta ese tipo de trabajo físico y más si es a pie de carretera. Sólo así uno puede percibir realmente cuándo se produce cada cambio o mejora y cuánto cuesta que eso ocurra.
Por eso no me duele subirme a camiones, patear carreteras, pelearme con ingenieros y demás energúmenos sapientes técnicos o, como en el caso de hoy, trastear con grúas y pesados tendidos eléctricos. Soy licenciada en periodísmo pero no por ello una rata de escritorio (que también).
El único problema viene con las miradas.
Decía el fulano de aquella road-cute-movie llamada Elizabethtown ser un especialista en últimas miradas, "aquellas que la gente te hecha cuando cree que no volverá a verte".
A mi me pasa igual con las miradas machistas. Soy una experta en recibirlas, detectarlas y catalogarlas.
Aclaro: soy de la opinión de Verónika. Nada de -ismos. Persona, por favor. Todo lo demás me suena a sectas y/o radicalismos éticos varios.
Así, de menor a mayor incidencia, encontramos los siguientes tipos o especímenes:
Las abuelas
Se quedan mirando con la boca abierta llegando a estacionar su carrito de la compra en plena vía.
Grado de machismo: Casi nulo.
Mi impresión: Adorable.
Su impresiòn: "Hay que ver, la zagalica, qué valiente. Esta valdría pa espabilar a mi nieto, que esta hecho un gandul..."
Las marujas
Se quedan mirando con una expresión entre la sorpresa y el escepticismo con cierto recelo.
Grado de machismo: Tradición y calidad al alcance de sus fogones!
Mi impresión: Jodeos.
Su impresión: "Uh, la zagala conduciendo un camión. Será una lesbiana d'esas. Esta verás como no se casa"
Los hombretones castizos
Se quedan mirando llegando a volver la cabeza si procede y a los pocos segundos lanzan al viento algún estribillo eppañol si les parece conveniente.
Grado de machismo: alegre, tradicional e inútil melodía del ego.
Mi impresión: sin comentarios.
Su impresión (explícita): "¡¡VIVAN LAS ZAGALAS DE MI PUEBLO!!", "¡¡OLE LA RUBIA DEL CAMIÓN!" "¡¡VENTE A MI CASA A TIRAR DE LA MANGUERA, GUAPA!!" (ejemplos reales).
Los machomanes de pelo en pecho
Ya hablamos de interactividad. Una cosa es trabajar sola y otra acompañada de estos especímenes. Estos se caracterízan por dudar de mi aspecto y mostrar recelo inicial para luego intentar ser galantes sin que se les note que no les gusta que una chica haga su mismo trabajo -con la misma destreza o fuerza-.
Grado de machismo: alto pero educadamente disimulado.
Mi impresión: No me enseñes músculos que soy de letras.
Su impresión (explícita): "Ehh... espera que no te hagas dañ.." "Espera que te ayud... eh..." "Estas fuerte, eh?", "Tu juegas al futbol, no? Porque tienes piernas fuertes" (ej. reales)
Los gilipollas a secas
Estos son pocos, pero hacen ruido. Escudriñan sin pudor alguno si esa personita que les mira desde abajo puede estar realmente diciendo lo que dice. No quieren que una niña trate sus cosas, ni sus gestiones y ni hablar de recibir sus cobros. Acompañan todos sus efluvios y exabruptos con un "nena" o "nenica".
Grado de machismo: Garrulismo máximo (Mama Ladilla alirón!)
Mi impresión: Esta mano de nena te puede partir la cara de 50 formas distintas.
Su impresión (explicita): "¿No esta tu jefe, nenica?"
Su impresión (implícita): "Soy un repulsivo impotente sudoroso y maloliente que hace 30 años que no me veo el pene porque se me calló de lo macho que mi madre me parió y no serás tu quién venga a decirme cómo tienen que hacer las cosas los machos como yo".
A menudo batallo con toda esta gama de persojanes que hacen que me replantee en qué consisten realmente las "cosas de chicas", ya que, aunque podría hacer de mi vida un festival de cosplay shojo y llenarlo todo de globos, burbujas y plumas de colores, también me gusta jugar con los camiones y con las cosas de chicos... Literalmente, que lo cortés no quita lo atrevido, no?